Se identifican varios factores globales que potencialmente podrían impactar la estabilidad financiera doméstica. A pesar de las correcciones de principios de año, las principales bolsas continúan en niveles que podrían estar desacoplados de los fundamentos reales de las economías avanzadas. La volatilidad financiera ha aumentado, así como también la sensibilidad de los agentes de mercado. Al mismo tiempo, se mantiene alta la incertidumbre a nivel geopolítico, de la política económica en general y, en particular, de la política comercial. Por su parte, avanza el proceso de normalización de la política monetaria en Estados Unidos. En este marco, podrían ocurrir episodios de mayor volatilidad que la anticipada en los mercados financieros globales. Por su parte, las vulnerabilidades macro-financieras de algunas de las principales economías emergentes podrían determinar un menor dinamismo económico de las mismas, con fuerte repercusión global.
La situación regional muestra una modesta recuperación que, sin embargo, no está exenta de riesgos. En Brasil, los esfuerzos para resolver los desequilibrios macroeconómicos podrían verse afectados por la creciente incertidumbre en el plano político-electoral, que dificulta la realización de reformas críticas. Por su parte, el proceso gradual de ajuste en Argentina se ha visto afectado recientemente por episodios de fuerte depreciación de la moneda en un marco de elevada inflación y persistentes presiones en el plano fiscal.
La economía uruguaya continúa creciendo y se proyecta que lo siga haciendo a un ritmo similar al actual. Los factores de riesgo que podrían derivar en un deterioro de la situación macroeconómica doméstica se mantienen acotados y han reducido su intensidad en lo más reciente. No obstante lo anterior, las autoridades económicas continúan trabajando para mantener la sostenibilidad de las cuentas públicas a mediano plazo para, de esta forma, complementar otras capacidades de gestión de riesgos: la flexibilidad cambiaria, el nivel de reservas internacionales, la estructura de endeudamiento del sector público y la disminución de descalces financieros en el sector privado, entre otras.
Los indicadores de los usuarios de crédito y del sector bancario se mantienen en niveles adecuados. Los indicadores de solvencia, liquidez, riesgo de tipo de cambio implícito y morosidad del sector bancario son buenos. Este último se ha estabilizado luego de haber desmejorado levemente durante 2016 y la primera parte de 2017. En algunos sectores con alto endeudamiento y perspectivas productivas heterogéneas los indicadores de morosidad podrían todavía desmejorar. No obstante ello, el nivel de previsiones bancarias por incobrabilidad es adecuado y las partes involucradas cuentan con herramientas financieras para manejar este riesgo.
Una vez evaluados los factores de riesgo se concluyó que aquel al que habría que prestar mayor atención es el vinculado a la región. De todas formas, la materialización de los riesgos identificados no tendría impactos significativos sobre la estabilidad del sistema financiero doméstico. Esto se debe a la solidez del propio sector financiero, a su baja exposición a los riesgos identificados, así como a la naturaleza de los mismos y a las capacidades de la economía uruguaya para su gestión. El mapa de riesgos para la estabilidad financiera en Uruguay no muestra, entonces, señales de alerta ya que por su naturaleza, probabilidad de ocurrencia, impacto potencial y capacidades de gestión, los riesgos identificados podrían ser procesados por el propio sistema financiero sin ocasionar perturbaciones de carácter sistémico.
La situación del sistema financiero doméstico y los riesgos para su estabilidad continuará siendo monitoreada por el Comité en el lapso que medie hasta su próxima reunión, fijada para el mes de octubre de 2018.